5 Aug 2010

Caridad y Dignidad

"Dale un pez a un hombre y comerá por un día, enseñale a pescar y comerá toda su vida".

Siguiendo con el ataque incesante a los esquemas, y siguiendo con la temática de mi post anterior, quiero analizar la caridad desde un punto de vista tan obvio que resulta increíblemente novedoso: La dignidad de quien recibe.

Hoy mi amigo Eric, charlando de cosas de la vida, sintetizó algo que llevaba mucho tiempo dando vueltas en mi cabeza sin concretarse: "No tiene por qué ser lo mismo hacer bien que ayudar a alguien, puede ser que tu ayuda haga mal..."
¿Puede ser que una ayuda sea dañina? En realidad no, el significado mismo de la palabra "ayuda" indica que es positiva para quien la recibe. Pero la pregunta va por otro lado, vamos a ponerla de una forma un poco más clara: ¿Puede ser que lo que nosotros consideramos que ayuda al otro en realidad le haga daño?
Creo que todos coincidimos en la respuesta a esa pregunta: por supuesto que sí.

Un ejemplo genial de esa diferencia es la caridad: El acto caritativo es, por más que nos convenzamos de lo contrario, muchas veces un acto personal, realizado en base a lo que uno cree que el otro necesita para sentir que hace lo correcto, a veces incluso por lástima (lo cual degrada a la otra persona a un nivel inferior al de quien regala)
Raramente uno se detiene a pensar realmente en las necesidades del otro; como se siente la persona que recibe, generalmente pretendemos que esté agradecido por el sólo hecho de que recibe algo sin ningún esfuerzo a cambio, y que debería estar contento por esa misma razón.

Yo creo que una de las fuentes de dignidad humana reside en el esfuerzo. El esfuerzo que esa persona realiza para obtener eso que desea, eso que elige y luego hace propio. No solamente desde un punto de vista material, puede tratarse de un logro, una relación con una persona, un conocimiento, etc.
La persona que recibe juguetes, ropa, comida es privada primeramente del esfuerzo para conseguir dichos bienes. Es obvio que no es el acto caritativo el que le impide ejercer ese esfuerzo sino el sistema como se encuentra organizado, la falta de empleo podría ser un ejemplo, así como la cultura del hedonismo.
Luego, y aún más importante, esa persona es privada de la capacidad de elegir: hay alguien eligiendo por él/ella, alguien que elige qué es lo que ya no necesita y puede cederlo a seres humanos de segunda.

El punto importante que quiero remarcar es que nos preguntemos, como bien hizo mi amigo Eric, si realmente ayudar como ayudamos hace bien, o podríamos concentrar nuestros esfuerzos en algo que realmente solucione los problemas de nuestra sociedad, en lugar de tratar de anestesiarlos con "obras de caridad".